domingo, 2 de octubre de 2016

Apego

El Apego (o vínculo afectivo) es una relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es un lazo afectivo que se forma entre él mismo y cada una de estas personas, un lazo que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas a lo largo del tiempo. Es, sin duda, un mecanismo innato por el que el niño busca seguridad. Las conductas de apego se hacen más relevantes en aquellas situaciones que el niño percibe como más amenazantes (enfermedades, caídas, separaciones, peleas con otros niños...). El llorar es uno de los principales mecanismos por el que se produce la llamada o reclamo de la figura de apego. Más adelante, cuando el niño adquiere nuevas capacidades verbales y motoras, no necesita recurrir con tanta frecuencia al llanto. Una adecuada relación con las figuras de apego conlleva sentimientos de seguridad asociados a su proximidad o contacto y su pérdida, real o imaginaria genera angustia.
El Apego no puede entenderse sin tener en cuenta su función adaptativa para el niño, la madre o progenitores y la especie. Las principales funciones son:
  1. Procurar la supervivencia.
  2. Proporcionar seguridad emocional, el sujeto busca esa seguridad en las figuras del apego , en caso de ausencia o pérdida de figuras del apego es percibida como amenazante, especialmente en momentos inquietantes. Las figuras de apego actúan como protectores donde se explora el ambiente, se relacionan con otras personas, y superan el miedo.
  3. Procurar la supervivencia en la medida que es sistema de apego mantiene próximos en contacto a la cría y al progenitor. Función íntimo garantizar la supervivencia.
  4. El sujeto busca a sus figuras de apego porque con ellas se siente seguro. De hecho las figuras de apego son conceptualizadas como una base de seguridad a partir de la cual se explora. El que un niño explore hace que evolucione cognitivamente (se abre al mundo) por ello necesita seguridad.
  5. Ofrece y regula la cantidad y calidad de estimulación que necesita el niño para su desarrollo.
  6. Posibilita la exploración y consecuentemente el aprendizaje.
  7. Fomenta la salud física y mental (si el apego es el adecuado).
  8. Además de cumplir las funciones básicas de supervivencia y seguridad emocional, el vínculo de apego tiene cuatro manifestaciones:
  • Ofrecer y regular la cantidad y calidad de estimulación que necesita un niño para su desarrollo. Las figuras de apego ofrecen la estimulación necesaria, variada, y contingente con las demandas del niño contextualizada dentro de experiencias y situaciones apropiadas, además controlan durante los primeros meses y buena parte los intercambios que el niño tiene con el entorno: seleccionan los ambientes y el tiempo que permanece en ellos, regulan y orientan la estimulación.
  • Las buenas relaciones de apego fomentan la salud física y psíquica. Sólo los niños que tienen vínculos afectivos estables y satisfactorios se sienten seguros, confiados y contentos. Las figuras de apego influyen de manera decisiva en el desarrollo social. Es en las relaciones con las figuras del apego donde el niño aprende a comunicarse con los demás. La relación con las figuras de apego es privilegiada para favorecer experiencias de empatía, desarrollar el conocimiento social, disponer de modelos de observación y establecer identificaciones.
  • Las conductas de apego tienen un fín en sí mismas porque pueden convertirse en un juego placentero. Estos juegos tienen un valor para el aprendizaje de estas conductas y del desarrollo en general. Pero subjetivamente el niño y la figura del apego se divierten, juegan y obtienen un indudable placer. Esta interacción lúdica juega un imprescindible papel en la formación y desarrollo del juego.
Podemos distinguir cuatro etapas de apego:
1. Fase de preapego.
Abarca desde el nacimiento hasta las seis primeras semanas aproximadamente. Durante este periodo, la conducta del niño consiste en reflejos determinados genéticamente que tienen un gran valor para la supervivencia. A través de la sonrisa, el llanto y la mirada, el bebé atrae la atención de otros seres humanos; y, al mismo tiempo, es capaz de responder a los estímulos que vienen de otras personas. Tratan en muchas ocasiones de provocar el contacto físico con el resto de los seres humanos.
En esta fase aparece un reconocimiento sensorial muy rudimentario hacia la madre. Prefieren la voz de ésta a la de cualquier otro adulto a pesar de que todavía no muestran un vínculo de apego propiamente dicho.

2. Fase de formación del apego.
Abarca desde las seis semanas hasta los seis meses de edad. En esta fase, el niño orienta su conducta y responde a su madre de una manera más clara de cómo lo había hecho hasta entonces. Sonríe, balbucea y sigue con la mirada a su madre de forma más consistente que al resto de las personas. Sin embargo, todavía no muestran ansiedad cuando se les separa de la madre a pesar de reconocerla perfectamente. No es la privación de la madre lo que les provoca enfado, sino la pérdida de contacto humano como cuando, por ejemplo, se les deja solos en una habitación.

3. Fase de apego propiamente dicha.
Este periodo está comprendido entre los 6-8 meses hasta los 18-24 meses. A estas edades el vínculo afectivo hacia la madre es tan claro y evidente que el niño suele mostrar gran ansiedad y enfado cuando se le separa de ésta. A partir de los ocho meses el bebé puede rechazar el contacto físico incluso con un familiar muy cercano ya que lo único que desea y le calma es estar en los brazos de su madre. La mayor parte de las acciones de los niños tienen el objetivo de atraer la atención de la madre y una mayor presencia de ésta.

4. Formación de relaciones recíprocas.
Esta fase comprende desde los 18-24 meses en adelante. Una de las características importantes a estas edades es la aparición del lenguaje y la capacidad de representarse mentalmente a la madre, lo que le permite predecir su retorno cuando ésta está ausente. Por tanto, decrece la ansiedad porque el niño empieza a entender que la ausencia de la madre no es definitiva y que en un momento dado, regresará a casa.
Los principales tipos de apego son:
  • El apego seguro: se caracteriza en que el bebé se siente seguro estando con su principal cuidador, ante su ausencia experimenta ansiedad y malestar por la separación, ante su reaparición se sentirá aliviado y nuevamente seguro. Éste tipo de apego resulta posible cuando el principal cuidador del bebé se muestra atento, disponible y en condiciones de satisfacer sus necesidades.
  • El apego inseguro evitativo: el bebé evitará o ignorará a su principal cuidador, se mostrará independiente, no se siente afectado ante su ausencia, y no buscarán el acercamiento a su regreso, y si el cuidador busca el acercamiento, el bebé lo rechazará. Éste comportamiento del bebé puede estar provocado por la falta de atención. Ya que cree no tener ninguna influencia sobre su cuidador,  porque éste con frecuencia no satisface las necesidades del bebé.
  • El apego inseguro ambivalente: en estos bebés se puede observar que se preocupan ante el paradero de su cuidador principal, son poco explorativos, lo pasan mal cuando no está el cuidador, y a su regreso se muestran ambivalentes, muestran irritación, se resisten al acercamiento y al contacto.
  • El apego desorganizado/desorientado: en este caso el bebé no utiliza estrategias  para atraer la atención de su cuidador principal.
    Presentan conductas contradictorias, de buscar a su cuidador de forma intensa, para luego rechazarlo. Pueden mostrar miedo y confusión ante la presencia del cuidador.
    Ésta conducta puede guardar relación con experiencias traumáticas, de apego del cuidador en su infancia o adultez  no resueltas.

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